HERMANDADES TECNOLÓGICAS

En estos días todas las hermandades han hecho un considerable esfuerzo por acercarse a sus hermanos a través de las nuevas tecnologías. En un esfuerzo encomiable muchas han difundido por streaming misas, viacrucis, actos eucarísticos y otros cultos, también han  reconstruido estaciones de penitencia “virtuales”. 


Todo este trabajo ha tenido dos efectos: por una parte los hermanos de más edad, que a lo mejor ya no podían acercarse al templo por sus limitaciones físicas, se han reencontrado con la hermandad y sus titulares, que han ido a visitarlos a  casa; por otra se ha establecido un nuevo modo de comunicación entre la hermandad y los hermanos.

Si vamos a seguir por ahí, y el camino afortunadamente ya es imparable, hay que tener en cuenta algunas consideraciones para que no se pervierta; para no pasar del  “homo sapiens” al “homo videns” (Sartori); para que  el poder de la imagen no termine construyendo una realidad artificial y paralela.

En el mundo actual, y en el que viene, la comunicación visual está poderosamente presente en el diseño de estrategias y planes de progreso en amplios sectores  de la sociedad. Una comunicación que anima la creación de conceptos,  la definición de canales de información y hasta la inspiración de emociones. Estamos viviendo en la  “cultura de la imagen”, eso quiere decir que  los modelos culturales actuales se crean, fundamentalmente, a partir del lenguaje visual.  En los más jóvenes, los que integrarán las futuras juntas de gobierno,  la influencia del lenguaje visual es más intensa, la estética y el lenguaje de los videoclips y videojuegos condicionan sus patrones de comportamiento. 

Es evidente que las  hermandades aportan un importante componente visual a su actividad, lo que las hace especialmente atractiva para este tipo de comunicación: altares de culto, insignias, la cofradía en la calle con sus pasos, música y cuerpos de nazarenos, que se van sucediendo casi sin solución de continuidad conforman un espectáculo insólito. Se presta a fotos y documentales, cada vez más preciosistas. Pura imagen. Es el momento de plantearse el papel de la imagen al servicio de la evangelización, no como un fin en sí misma, despertando emociones estéticas ayunas de contenido.

  Ante el despliegue de sensaciones audiovisuales continuas se corre un peligro: convertir  las hermandades y su entorno, también la Semana Santa, en un gran  videoclip, asumiendo sus modelos  culturales, efímeros y envolventes, creando una nueva realidad y haciendo que su estética y mensajes  se trasladen al resto de actividades de las hermandades, prestando más atención al envoltorio que al contenido.

Por supuesto que la cultura visual es consustancial a las hermandades. Ya en el siglo XVI el Concilio de Trento animaba a sacar a la calle imágenes y escenas que ”instruyeran y confirmaran al pueblo recordándoles los artículos de la fe”. Esto quiere decir que si  el altar de cultos o la cofradía en la calle no sirven para aumentar y reforzar la fe de los participantes o espectadores y sólo provocan goce estético, sencillamente no sirven.

La conclusión final es reconocer, por una parte, que hemos entrado en una nueva cultura visual, por otra que esa nueva cultura no consiste sólo en  enviar imágenes y transmitir cultos. Es necesario plantearse la necesidad de analizar e incidir en el desarrollo de la cultura de la imagen desde una perspectiva ética y humanista,  es necesaria la creación de una nueva cultura visual al servicio de la evangelización. Ese es un trabajo profesional,  riguroso y profundo al que animo a todas las instituciones.

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