TRES EJES

Estas semanas de encierro dan para mucho. Redescubrir afectos escondidos por la rutina;  acercarse a las realidades cotidianas desde otra perspectiva; recuperar el sentido del amor y del dolor; también el descubrimiento de la libertad, entendida no como independencia desvinculada (hacer lo que uno quiera), sino como capacidad de elección entre vínculos, en el bien entendido de que la calidad de los  vínculos elegidos es la que dotará de calidad a mi libertad. Y  también son días para ordenar armarios; tirar papeles acumulados; zafarranchos de limpieza o para lecturas siempre aplazadas.


El aislamiento forzoso obliga a distanciarse del bullicio diario y concederse un tiempo para la reflexión sobre nuestras actividades, entre ellas el  gobierno de las hermandades. 

El día a día de una hermandad es intenso: organización de cultos, atención a la formación de los hermanos, conseguir fondos para  caridad, mantenimiento de las instalaciones y de los elementos relacionados con el culto, nuevos proyectos, todas las tareas relacionadas con la administración: emisión de recibos, pagos a proveedores, y muchas actividades más. Eso lleva tiempo, mucho tiempo. 

Conviene tomar distancia  y reflexionar,   centrar los temas para que los árboles de la gestión diaria no nos impidan ver el bosque de la misión de la hermandad. Tres son, a mi juicio, las áreas que debe atender la Junta de Gobierno: evangelización, gestión  y fundamentación doctrinal. Las tres son importantes, no hay orden de prelación.

Evangelización.- Es la misión fundamental de las hermandades. Se trata de una invitación a considerar qué es creer, qué es ser cristiano. Una evangelización que tiene como objeto colaborar con Jesucristo en la triple misión de “santificar”, al hombre, dándole la Vida sobrenatural que Él tiene en plenitud; “enseñar”, la verdad divina; “guiar”  a sus hermanos,  y a todos,  hacia la felicidad eterna, ayudando a usar la libertad para este fin.  

 En términos económicos diríamos que no se trata de mantener un planteamiento de “demanda”, como hasta ahora, esperar que los hermanos vengan atraídos por la devoción a sus titulares, sino de “oferta”, llevar la iniciativa en la atención a los hermanos, en su evangelización. 

Esa evangelización se concreta en las actividades que realiza la hermandad, que no son un fin en sí mismas, sino que han de estar al servicio de esa evangelización.

Gestión.– Una hermandad es una organización de personas y como tal precisa de modelos de gestión rigurosos. Necesita redefinir su misión,   establecer su plan estratégico,  objetivos y actividades.  Llevar una contabilidad impecable, en el bien entendido de que la contabilidad no es una obligación fastidiosa, sino una eficaz herramienta de gestión. Tener un Plan de Comunicación Institucional  es importante para  definir qué somos y cómo nos perciben, tratando de conseguir que la imagen que damos refuerce nuestros valores. Gestionar una hermandad no es organizar actividades, más o menos originales, para mantener un falso espíritu de hermandad, es dotar de eficacia y eficiencia a la organización para que esta cumpla sus fines.

Fundamentos doctrinales.- Se ha pasado la época en la que las hermandades eran aceptadas sin más. Los tiempos actuales exigen una sólida base intelectual, es necesaria la reelaboración de todo un modelo doctrinal que atienda los aspectos teológicos, jurídicos, antropológicos, de las hermandades y también su dimensión social. 

El mundo de las  hermandades necesita un discurso propio; un modelo conceptual que impregne todo lo que hace; una manera de ver, de interpretar, de proyectar el mundo que las dote de sentido. Han de constituirse en centros de excelencia intelectual.

Eso de que la cultura es patrimonio de la izquierda sigue siendo una gran mentira, aunque se repita mil veces. La cultura, el conjunto de valores que impregna una sociedad, la construyen hombres y mujeres libres, conscientes de su dignidad personal y deseosos de  aportar su colaboración al bien común.  Aquí han de jugar un papel decisivo las hermandades y sus hermanos.  

Estos son los tres ejes entre los que las hermandades tienen que desenvolverse equilibradamente. Cada uno de ellos exigiría un tratado para desarrollarlos adecuadamente, pero ahí quedan esbozados.

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