TEORÍA QUEER  Y COFRADES

Suele decirse que lo más importante de un artículo de prensa es su titular, por eso he querido encabezar este comentario de forma un tanto provocadora.


Una aclaración previa para los no iniciados en esta nueva cultura: la teoría queer es una variable del feminismo radical que sostiene que el género, la identidad y la orientación  sexual no vienen marcados por la naturaleza biológica, sino que son el resultado de construcciones sociales que pueden variar en función de la época, del  entorno social o por la simple voluntad de cada uno.

No vamos a entrar ahora en el desarrollo de esta singular teoría, sólo señalar algunas similitudes con el mundo de los “cofrades con papeles”.

En ambos casos  manejan un lenguaje para iniciados, aparentemente complejo y técnico, asequible sólo a un público restringido, de ideas homogéneas y  con conciencia de grupo.  Se atribuyen la capacidad de marcar cánones y orientar opiniones,  aunque éstas carezcan de precisión y fundamentación doctrinal,  lo que les lleva  a rehuir el debate y tratar de acallar las voces disidentes de quienes  no se ajustan a sus idea.  

Es la extensión de la dictadura del relativismo al mundo cofrade, elevando a la categoría de norma  lo que a cada uno se le ocurra. La negación de que existe una verdad absoluta que marca la naturaleza de hombre, y que esa Verdad es una Persona, no una idea, y que  nuestra verdad es también personal: lo que somos ante Dios. Esa verdad, y el amor que ella desvela, no se puede inventar, sólo se puede acoger.

Por eso ser  cofrade no es un algo accidental, añadido, una afición:   forma parte de la naturaleza humana. Ser hincha de un equipo, o fan de un cantante  no añade nada esencial,  pero ser cofrade sí. Hay  muchas formas de vivir la vocación cofrade, desde luego, pero todas tienen una base común: están orientadas al perfeccionamiento humano, a la verdad, no a lo accidental.  Ser cofrade es cuestión de fe y la fe, explicaba San Pablo VI, no se inventa ni se manipula: se recibe, se custodia, se vive.

El necesario  pluralismo cofrade no se puede fundamentar en el relativismo, en lo que cada uno opine, en ese caso las convicciones pasarían a ser convenciones, susceptibles de ser  declaradas rechazables  por los cofrades queer, radicales,  y, en consecuencia, desterradas.

Para influir cristianamente en la sociedad civil, uno de los fines de las hermandades, de los hermanos, se precisa una formación amplia, unitaria, profunda y madurada a lo largo de la vida. Los cofrades están llamados a ella,  de lo contrario serían  dignos compañeros de aquel presidente de la República al que  Agustín de Foxá, en “Madrid de corte a checa”,  definía como el “símbolo de los mediocres en la hora gloriosa de la revancha”.

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