Con motivo del 150 Aniversario de la proclamación de San José como patrono universal de la Iglesia, y con ella de las hermandades, el Papa ha proclamado este año como Año de San José (del 8 de diciembre de 2020 a 8 de diciembre de 2021) mediante la Carta Apostólica “Patris Cordae”, con indulgencias para todos y de modo especial para los enfermos y personas mayores.
No sé por qué la festividad de San José se conmemora precisamente el 19 de marzo, pero esa fecha siempre cae en torno Cuaresma. Sin necesidad de forzar las conexiones comprobamos que son muchas las notas personales de San José que coinciden con las que debe reunir un buen cofrade, seguramente porque para serlo no hay que tener unas cualidades especiales, sino ser una persona cabal.
Todos podemos encontrar en san José -el hombre que pasa desapercibido, el de la presencia discreta y oculta, del que los evangelios no recogen palabras, sólo hechos- un intercesor, un apoyo y una referencia en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que los que no ocupan puestos relevantes en la hermandad, “los hermanos de a pie”, tienen un protagonismo decisivo en la misma.
La hermandad es familia, lo mismo que Dios es familia, puesto que lleva en Sí mismo la paternidad (Padre), la filiación (Hijo) y la esencia de la familia que es el amor (Espíritu Santo), de ahí que la persona sea radicalmente familiar (familia de Dios), que se refleja en la familia natural y en la hermandad, parte la Iglesia.
San José actúa como padre de familia en la Iglesia y en la hermandad. Su disponibilidad ya se había puesto a prueba en el embarazo de la Virgen, viaje a Belén, nacimiento, y al poco tiempo, por sugerencia de Dios, en la huída a Egipto, la primera salida procesional que hubo y que organizó de forma inmediata. Preparó el borrico que iba a hacer de parihuela y sobre él dispuso una canastilla formada por jáquima, albarda y serón de esparto; encima acomodó con todo cuidado el misterio mejor compuesto: el del Señor en brazos de su Madre, anticipo de la Piedad que años más tarde recorrería Sevilla. Prioste, capataz y Hermano Mayor, tomando decisiones, asumiendo responsabilidades, cumpliendo horarios, pendiente del misterio que se le ha encomendado.
San José gobierna su “hermandad” con dulzura, cariño y firmeza. En la Sagrada Familia hay donación mutua, amor que no es sólo sentimiento, también es inteligencia, esfuerzo, alegría de pertenencia, y una fidelidad sustentada en convicciones.
Pedimos a San José, padre en la ternura, en la obediencia, en la acogida, en el trabajo y en la valentía creativa, como enumera el Papa, que nos confirme en nuestra vocación de miembros de una familia y hermanos de nuestra Hermandad, contribuyendo a construir en ellas oasis de alegría y libertad.
Hay más: desde ayer hasta el 26 de junio de 2022, coincidiendo en parte con el de San José, el Papa ha dispuesto también la celebración del Año de la Familia. No es casualidad, no se entiende la figura de San José sin la familia. Es una exhortación a que la hermandades se empeñen en una promoción rotunda y sólida de la familia natural, “donde la dureza cotidiana del vivir se ve suavizada por la ternura mutua y por la serena adhesión a la voluntad de Dios” (Francisco), donde se recibe la vida y se la despide.
En este año difícil la Iglesia propone a todos un camino claro: fidelidad a la vocación cofrade y el fortalecimiento de la familia desde la hermandad.
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